29.9.05

43._ Reino

El Reino de Dios es, pues, un regalo inapreciable que debemos acoger con todo entusiasmo y alegría, que debemos preferir a cualquier otro bien, como un tesoro que se encuentra y por el que se abandona todo. Está ya aquí, en germen, y va a crecer como crece una semilla hasta convertirse en un árbol frondoso.

Pero para recibirlo, para poder entrar en él, debemos cambiar, transformarnos radicalmente, volver a nacer, hacernos como niños, estar dispuestos a negarnos a nosotros mismos, y a "lavarnos los pies unos a otros", es decir a hacernos servidores unos de otros.